viernes 26 de abril del 2024
CINE 04-09-2010 23:51

"Los cortos del Bicentenario", para pensar y recordar

A partir de esta semana, quienes lleguen temprano para ver Amor a distancia, El hombre solitario, Igualita a mí, Los indestructibles o El origen encontrarán que en la pantalla grande, antes del film por el que pagaron entrada, se proyectará un corto que integra el proyecto 25 miradas, 200 minutos / Los cortos del Bicentenario. Así, el azar decidirá si quien asiste a ver la última de Sylvester Stallone se encuentra con el relato escolar de Adrián Caetano, los recusos documentalistas de Leonardo Favio o Juan Taratuto o el ritmo personal de Albertina Carri.

La convocatoria. Cuando la Argentina festejó los cien años, allá por 1910, llegaron donaciones de distintas partes del mundo –monumentos, edificios, esas cosas–. En esta oportunidad, la geopolítica hizo que los grandilocuentes regalos extranjeros se reemplazaran por cordiales salutaciones, pero eso no impidió que el país intentara, como en cualquier fiesta de cumpleaños, tirar la casa por la ventana. Parte de ello fueron los fastuosos números artísticos del 25 de Mayo en las calles de Buenos Aires o también, con mayor humildad, el unitario Lo que el tiempo nos dejó, que acaba de estrenar Telefe. Si el teatro, la música y la televisión ya habían tenido su porción de torta de cumpleaños, faltaba el cine. Y es así que el próximo lunes la Secretaría de Cultura presentará oficialmente, en el complejo Cinemark de Puerto Madero, el resultado de la convocatoria a veinticinco cineastas para que realizaran un cortometraje de ocho minutos. La temática era libre, pero todos partían del disparador inicial que aunaba el proyecto: el Bicentenario. La selección fue intencionadamente heterogénea, para que hubiese variedad de género, edad y adscripción estética. Así, formaron parte de la movida desde una leyenda del cine nacional como Leonardo Favio hasta autores más jóvenes como Lucía Puenzo –que, para la ocasión, trabajó junto a su hermano Esteban–. Para todos los gustos.

La lección de historia. Ante una reunión tan diversa, los cortos no podían resultar homogéneos. Sin embargo, hay un elemento que aúna a la mayoría: para referirse al Bicentenario, se centraron en la historia reciente. Sólo Néstor Montalbano, con Chasqui; Juan Bautista Stagnaro, con El espía, y Mausi Martínez, con En la trinchera, narran historias que transcurren en el siglo XIX. Se podría agregar el de los hermanos Puenzo, Más adelante, que transcurre en 1910. Aun así, el resultado es llamativo: de los veinticinco cineastas, menos del veinte por ciento optó por narrar la primera mitad de la historia argentina.

Los resultados. Como es lógico en un proyecto tan heterogéneo, el saldo es desparejo. El corto de Leonardo Favio, Gente querible, se limita a mostrar fragmentos de su filmografía previa mientras una voz en off lee frases de Mariano Moreno y Arturo Jauretche, entre otros, consolidando la reconocida posición del cineasta. Otro autor que apela a la didáctica es Juan José Jusid, ya desde su título –Intolerancia–, para dar cuenta de que los padres de los alumnos de un colegio discriminan. Víctor Laplace, en Ser útil hoy, presenta a lo largo de sus ocho minutos una cámara en el frente de un tren que avanza por las vías mientras en off se suceden discursos políticos. Carlos Sorín se limitó a entrevistar a dos personas, mientras que Marcos Carnevale toma una buena idea –Pacho O’Donnell desea entrevistar a una mujer de 212 años, que vivió toda nuestra historia– sin poder eludir, sin embargo, los recursos televisivos de la ficción actual.

Los nuevos héroes. Si algunos directores desearán olvidar pronto el encargo, otros dejaron lo mejor de sí. Es el caso de Israel Adrián Caetano, con su brillante El héroe que nadie quiso, donde en una fábula escolar muestra a dos chicos a quienes les encargan recrear la batalla del Quebracho y ellos se ven en problemas porque hubo sólo un muerto. O el de Montalbano, que recurre una vez más al trío Capusotto-Luque-Dreizik para una desopilante historia donde el chasqui del título debe asesinar con un mate mortífero a San Martín, que se niega a terminar de cruzar los Andes. Gustavo Postiglione es quien mejor toma el guante de los interrogantes que genera encarar la historia en (Mi) Historia argentina, tan experimental como interesante. En Fallas de origen, Juan Taratuto aprovecha la técnica del falso documental para intentar desentrañar por qué los argentinos padecen del virus de la viveza criolla.

Los hermanos Puenzo cuentan cómo el arte le hace frente a la decadencia oligarca. Sandra Gugliotta consigue en Posadas una historia tan intensa como estremecedora. Y Pablo Trapero logra, en los ocho minutos de Nómade, uno de los puntos más altos de su filmografía: un desafío técnico –es todo un largo plano secuencia rodado en exteriores en el Gran Buenos Aires– que genera una lícita incomodidad en el espectador.

Como se dijo antes: para todos los gustos. Cortos que enmarcan momentos históricos, pero que no eluden el peso del presente y además, un modo personal de cada artesano para reconstruir con su lenguaje y discurso su visión sobre la consabida identidad nacional.

Diario Perfil