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El adjetivo zorro ya se usa poco. Implica una amplia gama de interpretaciones que van de la astucia a la maldad. En cambio, ser zorra no resiste muchas más definiciones que la de prostituta. Así de tajante es la cultura machista. Desde hace un mes y medio, el rating y los clicks vienen atados al escándalo que se armó ni bien Wanda Nara publicó en Instagram: “Otra familia que te cargaste por zorra”, en alusión a Eugenia “La China” Suárez y sus flirteos con Mauro Icardi. La grieta es doble y mundial, porque, más allá del conflicto en sí, la pelea terminó involucrando a cadenas internacionales del peso de la Paramount y Disney, que se agenciaron los derechos de entrevistar a las divas a través de Susana Giménez y Alejandro Fantino, respectivamente.
Las dos exhibieron modos muy distintos de entender la vida y administrar la fama. Wanda, una entrenada experta en sacar los trapitos al sol, de golpe apareció en escena mostrándose de repente como una mujer “conservadora” y “chapada a la antigua”, aunque muy propensa a convertir su vida privada en un reality.
Ayer, con Fantino, Suárez se propuso dar una clase de altura en blanco y negro. Dijo: “Siempre se les pide explicaciones a las mujeres. Desde el colegio y en todo sentido. La mujer que no decide tener hijos: ‘¿Y por qué?’. La que tiene muchos hijos: ‘¿Y por qué?’. La que se separa: ‘¿Y por qué se separa?’. La que está con más de uno y sale con más de uno: ‘Es puta’. Es constantemente una etiqueta. Y después está el machismo en mujeres, que es tremendo. Es la mujer que juzga a otra mujer. Esto pasa mucho. Hay mujeres que hablan desde un lugar moral, como de poca empatía. Hay mujeres que son las primeras en señalar a otra mujer. Y eso es por cómo nos adoctrinaron y nos metieron en la cabeza la competencia”.
Imposible no ubicar a Nara como destinataria de esas flechas. Aun así, la actriz se mantuvo firme en no dar nombres y deslizar que lo que tenían que decirse, se lo dijeron en privado. Por lo demás, se reivindicó una mujer libre convencida, entre otras cosas, de que “la monogamia no es algo natural”.
El conservadurismo de su eventual contrincante, en cambio, embretó a la propia Wanda Nara en confundir las relaciones sentimentales con la propiedad privada, exhibiendo a su atlético marido como un componente de su estilo de vida.
En pleno debate planetario sobre el empoderamiento de las mujeres, salta a la vista que las nociones llamadas “patriarcales” no son sólo un problema que afecta al género masculino. Los escándalos entre famosos suelen tener una particularidad: atrapan a la audiencia, porque a la gente común también le pasan esas cosas, aunque sin tanto glamour televisivo.
Control remoto en mano, arriesgo a interpretar que “La China”, sin ser la Simone de Beauvoir del Siglo XXI ni mucho menos, da el perfil de alguien genuinamente libre que hasta sus desenfados los vende como parte de la vida privada. Wanda, por su lado, vendría a ser la comprobación de que Rolls Royce no mata conventillo.