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Admite que cometió un grave error en mudarse a Recoleta. Sus días en el departamento de calle Quintana son eternos, y confiesa que sus gatos “están anaranjados de la poca luz que ingresa”. Cual presidiario, cuenta los días para regresar al departamento de Palermo que tiene en República Arabe de Siria, alquilado hasta mayo. Poco le importa a Roberto Pettinato que arda la ciudad a las cuatro de la tarde: decide salir a tomar aire y entregarse al reportaje caminando por Plaza Francia. PERFIL acepta, pero le propone recorrer el Cementerio de la Recoleta.
“Mi papá y mi mamá no están acá, siempre estuvieron en la Chacarita y desde hace unos años están en el Jardín de Paz. Nunca los fui a ver –revela–”. Entre nichos revestidos de mármol y bronce, pasillos angostos, apellidos ilustres y hordas de turistas extranjeros (“son los zombies de The Walking Dead”, dice), el músico y conductor está con vida y recargado con sus espectáculos Pettinato, stand up con el que llegó a calle Corrientes (Multiteatro), y Sumo por Pettinato (2 de febrero en La Trastienda).
“Estoy aprendiendo mucho, de las entradas, la recaudación de guita, lo que la gente tiene o no tiene en el bolsillo”, confiesa.
—Ahora, ¿te diste cuenta de que no es fácil pagar $ 500 por un ticket de teatro?
—Ya lo sé, y mi espectáculo es de los más baratos. Nunca había vivido de preguntar cuántos vinieron. Yo estoy acostumbrado a que me miren 600 mil personas con 6 puntos de rating, no estoy acostumbrado a cuarenta, setenta personas, y hoy si hay 100 personas pagas por función es un golazo. Me siento orgulloso de estar en la liga del esfuerzo, nunca estuve ahí porque siempre fui medio vagoneta, y es fuerte tener que romperte el culo trabajando. Soy músico, tengo un alma vagoneta.
—¿Vivís bien con el teatro?
—No hice las cuentas aún. Supuestamente, debería. Mientras camina sin esquivarle al sol, Pettinato luce en su mano derecha un anillo con una calavera, pero sobre el pecho brilla un crucifijo rodeado por un aro. En 2014 se fue envuelto en un escándalo del Grupo Indalo, donde tenía un programa en la FM Mega 98,3, pero regresó el año pasado para hacer La hormiga imperial, programa emitido en C5N que le valió el Martín Fierro del cable en 2017. El vínculo contractual era hasta diciembre pero se fue antes porque no le pagaban. “Me deben dos meses”, acusa.
—¿Llegaste a hablar con Cristóbal López?
—Nunca lo conocí. Un día vino Fabián de Sousa (socio de López) a mi casa. De repente estábamos él, yo y mi hija Esmeralda, de siete años, sentada a upa de De Sousa, a quien nunca le había visto la cara. Le pregunté qué cosas tenían y me dijo “tenemos aceite, petróleo, estos medios”.
—¿Y no le dijiste que tenían una deuda de 8 mil millones con la AFIP?
—No. Tampoco lo sabía.
—¿Y cómo terminó la relación con Indalo?
—No hicimos juicio, no puse abogado, nos dieron unos cheques que espero sinceramente que tengan fondos.
“Sarmiento fue un hijo de puta pero escribía bien”, dispara al toparse con su tumba. “Quise ir a ver a Evita pero no la encontré”, agrega con sarcasmo. Tras pasar por bóvedas ostentosas de las familias Blaquier o Mitre, Pettinato analiza los dos años de Mauricio Macri: “La gente se tomó vacaciones de los K. Me da pena que este gobierno diga que todo es por culpa de la herencia recibida”. Ve lejana la separación con su última pareja, Karina El Azem, madre de sus hijos Lorenzo (9) y Esmeralda (7). “Nos dividimos bien los tiempos, pasó mucho tiempo ya, tres años y medio, ¡un montón! Yo soy un muy buen ex. Al principio con Karina no congeniábamos, pero creo que era porque ella no quería ser mi ex”, cuenta. “A mis hijos los tengo muy pero muy bien. Si digo la cifra la gente no lo podría creer”. Al igual que en Quiero portarme vien y en televisión, Pettinato le da espacio a su hijo Felipe sobre el escenario. “A mí no me molesta que quiera parecerse a Michael Jackson. Creo que uno debe preocuparse por los hijos cuando están en riesgo de muerte, no porque se ponen parecidos a alguien, o porque están delgados. Hay casos peores, que son los pibes que no saben qué hacer con su vida”.
—¿Le creés a Calu Rivero o a Juan Darthés?
—Tuve cierta amistad con Calu, nos escribíamos, charlábamos, y con Darthés también, un tipo muy copado. Es difícil, no estuve ahí, no sé qué pasó. Calu tiene un ensañamiento que no le suelta nunca el tobillo a Darthés, no sé tampoco qué pretende. ¿Tendrá que ir en cana? A veces pienso que el acoso sucede porque la otra persona tarda mucho tiempo en decirte que no quiere coger con vos. Si la otra persona lo dijera rápidamente, el 50% de los hombres se achicarían. Me gustó la frase de Facundo Arana de que “el feminismo debería cuidar que su brazo fundamentalista no se lo trague”, que se destruya toda la femineidad y la seducción de la mujer hacia el hombre y viceversa. No podemos vivir en un lugar en el que no se pueda hacer un chiste o decir un piropo, eso significaría que el fundamentalismo se lo tragó. Es verdad que son más los tipos que les pegan a las mujeres. A mí, la mamá de Tamara me tiró un teléfono de los viejos, los Siemens, esos pesados, por la cabeza y me fui a la gira de Sumo con un huevo gigante en la cara. Me podría haber matado pero yo no se lo iba a devolver.
Sumo y marihuana
—¿Los adolescentes de hoy escuchan a Sumo?
—Sí. Sumo se convirtió en la mejor banda de rock nacional jamás vista. Está allá arriba con Pescado Rabioso y Serú Girán. Sumo es de hoy, la siguen pasando en las radios, hasta Lorenzo escucha La rubia tarada y jamás en mi vida le puse Sumo para que escuche.
—Tocaste en diciembre con Divididos en Teatro Flores, ¿te genera retrospección de los shows de Sumo al encontrarte con ex compañeros de ruta como Mollo y Arnedo?
—Sí, es hermoso tocar los temas de Sumo... Cuando veo a Ricardo de un lado y a Diego del otro, te juro que me acuerdo de los recitales que hacíamos.
—¿Hoy es ser open mind fumar marihuana en familia como Federico Bal y Carmen Barbieri o Ricardo Darín?
—Me parece patético. Justamente la marihuana está hecha para no seguir al lado de los padres. Yo no hubiese fumado marihuana con mi papá. A mis hijos les da vergüenza fumar delante de mí. ¿Quién prende un cigarrillo delante
del padre?