jueves 28 de marzo del 2024
TEATRO 24-09-2016 11:21

Alfredo Casero: "Nadie quiere escuchar 'Pedro canoero'"

Antes de comenzar la gira teatral con su Disertación sobre lo bello, lo bueno y el bien, el actor critica a los artistas que se incorporan al Estado, y cree que la última década fue una catástrofe para la cultura.

"Ahora abro el corazón; el que me quiera matar, que me mate; ya está”, dice Alfredo Casero, siempre bombástico sin que eso implique una caricatura. Habla sobre Disertación sobre lo bello, lo bueno y el bien, su nuevo espectáculo teatral. El hombre que se hizo famoso y definió la comedia de una generación con Cha Cha Cha agrega: “Puedo hacer lo que quiero, de la forma que yo quiero, la gente comprende lo que viene a ver. Hay una idea de reconstrucción de mi parte y una idea de reconstrucción de parte de los demás para que nos riamos y veamos las cosas diferentes. Eso no se llama brecha, ni nada. Es elevación. ¿Cuando te elevas qué importa que haya una brecha?”.

Casero sabe, más que nadie, de aquello que se espera de él, en términos mediáticos: la pólvora con que recientemente dijo que le mandaría caca en tupper a Cristina o la burla frente al pleito Macri-Tinelli. Se ríe, no burlonamente, sino pleno de ese lugar donde lo ubican: “Soy el payaso con la K47”. Y se frena: “Pero ellos me la pusieron, ¡eh! Un tipo que se llama Edgardo Mocca dijo que yo, por haber hecho una cosa humorística, no estaba autorizado ni me habilitaba a tener una opinión política. ¿Entendés lo que dijo un politólogo pagado por vos y por mí al aire en Canal 7? Que en Duro de domar la novia de Fito Páez señale con el dedo y diga ‘Este tipo es un reaccionario porque dijo esto’, que la señora Estela de Carlotto me levante el dedo y diga de mí, cuando ella fue la principal aval de Milani. No me hinchen las pelotas. Nosotros no somos boludos. Por lo menos los Casero. De esta rama”.

—¿Por qué pensás que impacta cuando hablás de Cristina o cuando te molesta que Macri se saque una foto con Tinelli?

—Son las ideas muy claras de la gente que represento: mis hijos, mi ex mujer, mis ex mujeres. Gente que me ha querido y que quiero. Algunos no. Incluso se los respeto. A mí cuando hay algo que no me gusta, sea de uno o de otro, lo voy a decir claramente: yo trabajo, lucho y me moriré por la libertad. No de los toreros, ni de los camioneros, ni de los desaparecidos, ni de las Bonafini, ni de Mirtha Legrand: la libertad en general, absoluta, radical, el derecho a la libertad. Si no se hubieran metido conmigo, no hubiera habido lo problemas que hubo. No hubiera habido un faro constante que señale que no somos pelotudos. No hay que dejar que te tomen por pelotudo. Hay tanta falta de credibilidad que a la gente empieza a no importarle y piensan que los políticos son el Estado. Están equivocados, el Estado es una cosa sagrada. A los próximos ignorantes hay que dejárselos bien claro: los poderes son el Legislativo, el Judicial, el Ejecutivo, y cada uno es libre del otro. El pensamiento mío llama la atención porque es binario. Es claro.

—¿Qué es lo que se viene en tu nuevo espectáculo?

—Yo creo que tiene que haber una revolución de lo bueno, lo lindo, el bien, lo rico, la alegría, el pelo de las hembras, la sublevación ante lo feo, lo nihilista, lo horroroso; que al no poder cambiarlo no queda otra que abrazarlo como si fuera el huevo de Dalí, partirlo, y zambullirte en una especie de soufflé en el cual uno pone las cosas buenas. De esa manera, se empieza a disgregar esa grasa acumulada que es lo feo, lo oscuro, lo malo, la mentira, lo que está tapado, lo que está jodido, lo que esta retorcido, lo que no es claro, lo que no tiene sentido.

—¿A qué te referís con disgregar la grasa?

— Yo me refiero a grasa como acumulación de algo que es muy difícil de sacarse de encima. No hablo de grasún como La Chona, con todo el respeto y amor a La Chona. Lo que te digo es eliminar esa capa, como gordo te lo digo. Tres grandes enfermedades que nos hemos agarrado: ésa, la codicia y la envidia. Es un pueblo de mierda en cuanto a eso. No tenemos demasiadas posibilidades respecto a eso.

—¿Ese “tenemos” somos nosotros los argentinos?

—Tenemos muy metido en la cabeza que somos de una manera. La Mengolini haciendo la canción para los alemanes y eso es no comprender nada de lo que pasa en el mundo. Alemania fue Schubert, también. Con el show trato de volver jugando a lo que nosotros nos gusta. Todos vimos a Bugs Bunny cantando El barbero de Sevilla; ahora, cantar El barbero de Sevilla significa que tenés que tener cierta locura para que eso suceda y sea creíble. Si no es al pedo: la gran orquesta de tal cosa toca Los Caballeros de la Quema. No. Tiene que haber una idea total, plástica: si tenés 30 años y no escuchaste a Mozart, no sabés dónde está el punto G. Tenés que hacerlo sí o sí. Hay mucho pelotudo que vive hasta los 40 en la casa de los padres, hay que explicar todo de cero. Hubo un gran retroceso en un montón de cosas.

—¿Cómo te definís como artista?

—Antiguamente era un artista de varieté y un cantor, y ahora de a poco voy a tratar de ser un estudioso de las cosas bellas para poder sucumbir ante ellas produciéndolas. Todos creen que cuando decís “artista” estás poniéndote en una pose. No. Es un dolor. Eso es porque es más fácil pensar en la pose del otro, por una cuestión de mediocridad. Somos todos mediocres.

—¿Como sociedad, nos define la mediocridad?

—Creo que la mediocridad es algo más alto que lo que en realidad nos define. Nos define una dejadez absoluta. Una inutilización del pensamiento propio, una inmovilización de la originalidad en búsqueda de las marcas. Somos gente que debería abrirse un poco culturalmente, porque está todo en la cultura. Los que hacen cultura tienen que darle… “Hola, nosotros somos kirchneristas y vamos a poner Pedro canoero”. Nadie quiere escuchar Pedro canoero. Pero la Parodi cree que sí. Vino Mahler. “Hola, soy el nuevo coso, ahora voy a usar la orquesta…” Yo quiero artistas, no gente que esté chupándole un poco la sangre al Estado. A todos esos les deseo mucha suerte, porque el olvido y el ostracismo se los va a comer. E incluso va a pasar como en algunos casos que del amor más profundo, van a pasar a un rechazo doloroso. Porque lo veo, porque la equivocación fue terrible, porque la compra de gente fue terrible. No nos damos cuenta de que fue una catástrofe, absoluta, total y radical catástrofe cultural lo que pasó en los últimos años.

Volver a escena

Luego de un buen tiempo sin hacer teatro, de tener problemas con sus giras debido a sus críticas públicas al kirchnerismo, Casero vuelve, y con un título llamativo: Disertación sobre lo bello, lo bueno y el bien.

Acompañado por un grupo de actores que están con él hace años, y producido por Damián Sequeira, quien también lo acompaña desde hace varios años, se presentarán el 18 de noviembre en el Teatro La Nonna de La Plata, al día siguiente en el Auditorio Scelzi de Concepción del Uruguay, para llegar a Montevideo el último fin de semana de ese mes.

Ya en el último mes del 2016, el sábado 3 será el turno en que el público de Buenos Aires lo podrá ver en el Auditorio de Belgrano.

Cuando se le pregunta acerca de qué verá el espectador en la obra, Casero define el show: “Mozart. La belleza de la Alemania de los 20. La locura de Rossini. El color, la locura y el ya mismo, ya mismo, de Alberto Greco. Ha sido mi gran motor siempre: ese aquí y ahora. Hay una cosa que está tan trillada: la gente trabaja para alguien o para algo, ya no políticamente. No tengo ningún pretexto en la cabeza para seguir haciendo humor cuando no me sale el humor, pero me sale toda esta disertación sobre estas bellezas que pueda ser que un joven tomándolo de improviso, sin que se dé demasiado cuenta, lo escuche y le cambiás la cabeza.”

Habla también de knock out, y cita al escritor argentino Dalmiro Sáenz, ex boxeador, para explicar cómo si uno sale a buscar el knock out termina en la lona, y que hay que salir a pelear y el knock out viene solo. ¿Qué sería para Casero el triunfo de dejar al otro en la lona? “El knock out es en realidad que la gente tenga de mí lo que la gente quiere, que pueda consumirlo y que yo sea feliz, y las cosas hayan cambiado de acá a un tiempo.”

Por Juan Manuel Domínguez

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