jueves 18 de abril del 2024
CINE 15-06-2017 14:08

Para románticos: Todo todo y París puede esperar

Hoy se estrenan dos largometrajes especiales para los amantes de las historias del corazón. Uno destinado al público juvenil y el otro refleja una relación madura. No es casualidad que los dos estén dirigidos por mujeres. Galería de fotosGalería de fotos

Llegó el jueves y es momento de estrenos en las salas cinematográficas. De la cartelera, elegimos dos films románticos, especiales para corazones sensibles. Se trata de Todo todo y París puede esperar, que le dan batalla a los grandes tanques de acción de las últimas semanas.

Todo todo está dedicada a la platea juvenil, que comparte la edad de los protagonistas Maddie y Olly. Está basado en el libro homónimo de Nicola Yoon y dirigido por Stella Meghi. Cuenta la vida de reclusa de una chica (Amandla Stenberg de Los juegos del hambre) porque padece una rara enfermedad y cualquier germen proveniente del exterior podría matarla.

Sólo tiene contacto con su madre, su enfermera (Ana de la Reguera de Spanglish) y la hija de ésta. Todo cambia cuando, a la casa de al lado, se muda un chico (Nick Robinson de Mundo Jurásico) un tanto problemático (luego descubriremos tangencialmente que el problema viene por el lado del padre) del cual comienza a hacerse amiga a través de las ventanas de sus habitaciones. Intercambian teléfonos y comienzan a chatear, hablar y, finalmente, ella se las ingenia para que se conozcan.

Pero, cuando la madre la descubre, obviamente todo se complica. La tensión va in crescendo hasta que Maddie decide escapar con Olly y cumplir su sueño de conocer el mar. Los chicos escapan, disfrutan del día y ella, como todos esperamos, se enferma.

Para no espoilear evitaremos contarte cómo sigue la trama, sólo decirte que no vas a llorar, lo cual es grandioso para una peli que arranca tan dramática. Después, si te cae bien la explicación sobre el final o no, dependerá de cuán compinche te hayas sentido con Todo todo.

París puede esperar. Mujer madura (la hermosa Diane Lane) acompaña a su marido (Alec Badwin) millonario productor cinematográfico mientras trabaja en Francia. Cansada de haberse convertido en la dama de compañía, con una hija ya en la universidad y habiendo cerrado su propio negocio, se dedica a sacar fotos con una mirada particular para entretenerse un poco.

Asistidos por el socio local (Arnaud Viar) del ocupado productor, cuando están por partir en una avioneta en Cannes con rumbo a Budapest, ella decide quedarse. Entonces el encantador Jacques (el socio) se ofrece a llevar a Anne (la esposa) en auto hasta París atravesando la campiña francesa.

Como es de esperarse, las diferencias entre las culturas estadounidense y gala se ponen en evidencia mientras ella va sufriendo un proceso de cambio interno que iremos descubriendo a través de los gestos de esta gran actriz.

Surgen algunos equívocos y se va gestando la complicidad mientras Jacques se va desviando de la ruta de siete horas hacia la capital, con la excusa de mostrar sitios turísticos. Comen en restaurantes preciosos, disfrutan de delicias culinarias y enológicas, y conversan, conversan mucho. Paralelamente el marido, posesivo, controla desde el teléfono a la par que pide asistencia porque no encuentra nada en sus valijas.

Todo con referencias directas a los grandes pintores europeos, hermosas imágenes de la Provence, edificios antiguos cuyo encanto enriquece la trama y a la cuidada fotografía de Crystel Fournier, hasta llegar a un desenlace encantador.

Y le debemos esta serena joyita del cine intimista a Eleanor Coppola (esposa de Francis Ford y madre de Sophia), quien escribió el guion, produjo y dirigió una película que merece ser atesorada.

Por Patricia Daniele | Twitter: @Pato_Daniele

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