miércoles 24 de abril del 2024
CINE 13-07-2011 21:42

Llega "En un mundo mejor", Oscar 2011 al mejor filme extranjero

La película danesa “En un mundo mejor”, un alegato pacifista dirigido por Susanne Bier que ganó el Oscar 2011 al mejor filme extranjero, traerá mañana a las salas locales un drama humano y existencial donde la cineasta reflexiona con agudeza sobre el origen de la violencia social y el punto indiscernible en que la justicia puede confundirse con odio y venganza.

El título del filme alude con cierto pesimismo a la actualidad de un mundo signado por la injusticia y la desigualdad, plagado de guerras e invasiones, conflictos políticos, raciales y religiosos que tendrían su origen -según se desprende de esta historia- en una niñez sin guía y contaminada de malos ejemplos, sin afectos y con acceso a videojuegos, programas de tevé y páginas web que propagan la violencia.

Protagonizada por Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Ulrich Thomsen y los niños Markus Rygaard y William Johnk Nielsen, la película tiene un guión basado en una idea original de la propia Bier y Anders Thomas Jensen y transcurre en un centro de refugiados en una zona desértica de Africa y en una pequeña ciudad portuaria de Dinamarca, de donde son oriundos los personajes.

“El filme se centra en el personaje de Mikael Persbrandt, que interpreta a Anton, un idealista doctor que trabaja en una misión humanitaria en un campo de refugiados de África. Quiere hacer lo correcto, pero los acontecimientos no dejan de ponerlo a prueba y ver hasta qué punto es capaz de llegar”, afirmó Bier en una entrevista.

La vida de este esforzado médico, que está a punto de separarse de su mujer y cuyo hijo es ofendido, discriminado y golpeado por sus compañeros en el colegio, se entrecruza con la de Claus (Thomsen), un negociante que pasa su tiempo en Londres y que regresa a Dinamarca para acompañar a su hijo, Christian (Nielsen), resentido con él y con el mundo tras la muerte de su madre, enferma de cáncer.

Uno de los grandes aciertos de la película es el trabajo de guión de Jensen que, además de mezclar sutilmente ambas historias, pone en evidencia las enormes diferencias culturales y económicas entre Europa y Africa, pero también la gigantesca distancia afectiva que existe entre adultos ocupados en sus propios problemas y adolescentes que quedan a la deriva a causa de la ausencia paterna. Resentido por la muerte de su madre y extraño en el nuevo colegio a donde lo envía su padre, Christian -un niño que parece normal, pero que esconde un profundo odio en su interior- sale en defensa de Elias, hijo mayor de Anton, que viene sufriendo abusos y maltratos de parte de algunos de sus compañeros, quienes lo llaman “cara de rata” por los frenillos que lleva en sus dientes.

Frente a la ausencia de sus padres, Elias y Christian forman rápidamente un fuerte vínculo de amistad, protección mutua y dependencia afectiva, que entrará en crisis cuando la justicia por mano propia que ejercen en contra del alumno que instiga los abusos, se torna en un peligroso plan de venganzas con atentados explosivos contra otras personas.

“Normalmente creemos, o queremos creer, que los niños pequeños son buenos y amorosos, pero en este caso un niño de doce años se convierte en un ser casi maligno porque está enfadado”, explicó Bier en relación a este adolescente cuya conducta representa en parte la génesis del mal y muestra cómo, sin quererlo, un fuerte rencor puede transformarse en una enfermedad del alma.

En ese sentido, la película es un imprescindible alegato pacifista contrario a la deformación a la que están expuestos los niños y adolescentes en una sociedad que, lamentablemente, tal como lo demuestran los conflictos internacionales en curso, se funda en la violencia, el terror y el abuso de los más fuertes hacia los débiles.

Mientras Anton se debate entre su vida familiar en Dinamarca y la atención médica en un campo de refugiados en Kenia, en donde reina el viento, la arena, el salvajismo primitivo y las peleas étnicas, su hijo Elias sufre en carne propia la necesidad de elegir entre perder a su único amigo o hacerse cómplice de un futuro atentado terrorista orquestado por él.

El conflicto interior de este niño -que debe defenderse solo en una sociedad aparentemente normal y próspera, que está a punto de implosionar en cualquier momento- revela hasta qué punto las pequeñas agresiones y violencias cotidianas no pasan desapercibidas, sino que se van acumulando en la intimidad de las personas hasta deformar sus conciencias y llenarlas de ira y sed de revancha.

En medio de todos estos conflictos, “el personaje de Anton -padre de Elias- se presenta muy interesante e intrigante porque tiene que enfrentarse a sus propias heridas y, a pesar de todo, sueña con un futuro mejor. Se trata de un romántico e idealista, pero dista mucho de ser perfecto”, aseguró la cineasta.

Y añadió: “Es un ser humano de verdad, con toda su fragilidad, dudas e incertidumbres. Como directora, me atraen estos personajes masculinos. Los actores tienen con frecuencia una importante parte femenina y me gusta intentar encontrar ese lado, como un vacío, un tesoro oculto que sacar a la luz”.

Télam