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Debo reconocer que siempre tuve un especial afecto y admiración por Soledad Pastorutti, y que a lo largo de 25 años de carrera y de espectáculo, y habiendo reflejado su historia y su carrera en todas las revistas en las que trabajé y dirigí, desde Semanario a Luz, donde fue su tapa en julio de este año, nunca había ido a ver un show suyo. No sé, esas cosas de la vida... Y el viernes 11 fui a ver a La Sole –y sí, eternamente le vamos a decir La Sole, porque así la bautizamos cuando allá lejos y hace tiempo esa chica de Arequito hizo de revolear el poncho su bandera–. Y me gustó todo, empezando por ella, claro, omnipresente pero tan generosa y con un look impecable y cada vez más cuidado y sexy, está divina... Con una banda talentosísima y una voz que deja en evidencia, canción tras canción, que Soledad no se duerme en los laureles y crece, y se aggiorna y ¡suma!. Y hoy, por ejemplo, escucharla cantar una balada con una interpretación sublime, me hizo erizar la piel. Pero más allá de su talento, quiero destacar otra cosa que en un artista vale tanto o más. Sus pies sobre la tierra, su humildad, algo que ya conocía pero que pude ver reflejada sobre el escenario como pocos artistas pueden hacerlo porque no son auténticos.
Ese viernes tras el show se festejaba el cumpleaños de Soledad, que era el lunes 14 en realidad, y habían organizado un cóctel para amigos y algunos periodistas, y tuve el privilegio de estar. Y no sé, entre fotos, charlas y torta habrán pasado más de dos horas y al salir veo a Soledad sacándose fotos ante el banner con un grupo de fans y al salir a la calle, una cola de no menos de 100 personas, todos esperando para saludarla. Pero saben qué, eso la Sole lo hace cada noche, y con 300 fans. Por eso mi columna de hoy es para ella, para que se sepa y para decirles que si, como yo, por error o por olvido no fueron nunca a ver un show de Soledad, que lo hagan,que van a salir felices.
Este espectáculo titulado La Gringa agotó cuatro teatros Opera, y ya que luego se suma la gira por el norte del país, les cuento que es un verdadero show musical, distinto y renovado pero sin perder su esencia. Con zambas, chacareras, baladas y cumbias, y que se sumaron Free Mosco y Beat Box Miloo Moya, dos referentes del Freestyle y Nicolás Membriani, uno de los payadores más destacados de la Argentina, en un duelo genial.
Además, hay que destacar el cuerpo de baile con estilo pop urbano que se enlaza con el folclore y la pareja de bailarines aéreos que inunda de arte y romanticismo la escena mientras Sole interpreta Alfonsina y el mar y un mix de zambas, y la innovadra proyección audiovisual de video mapping y, claro, siempre algún artista invitado como en estas cuatro ocasiones sucedió con Marcela Morelo y Luciano Pereyra, entre otros.
Un placer ver a esta gringa imparabale que, como dice esa canción que tanto ha cantado, tiene alma, corazón y vida en su voz. Y que siempre va por mas, porque no tiene techo.
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