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El periodista Ari Paluch decidió hablar de las denuncias por acoso sexual que desataron un fuerte escándalo y que desembocaron en que la salida de su histórico ciclo radial.
Hace siete meses, la productora de A24 Ariana Charrúa lo había denunciado por haberle tocado la cola y, pese a que Paluch dio su versión, luego apareció un video del momento del acoso.
A la denuncia de Charrúa más tarde se le sumaron Eleonora Rischmüller, Federica Guibelalde, Verónica Albanese y la maquilladora Sofía Rigler.
"En vez de hacerle un 'give me five' toco su cadera y me voy, y me doy cuenta que habría tocado un lugar más intimo, y enseguida le digo 'Disculpá'. He sido difamado", explicó el conductor en pleno escándalo con Charrúa.
Luego de resguardarse y mantenerse en silencio sobre el tema –tras una fuerte depresión–, Paluch apovechó el Día del Periodista, decidió hacer un mea culpa en una extensa carta abierta, que difundió Infobae.
"Quisiera expresar mis más sinceras disculpas a aquellas personas que se sintieron acosadas laboralmente por mí", escribió y sostuvo: "Muchas veces en el afán por resultar gracioso, piola, seductor o simpático, producto de inseguridades e ingenuidades, actué mal, a la hora de proferir dichos desafortunados, altivos y carentes de cortesía".
"Nunca me propuse acosar a nadie, lo que no implica que algunas personas experimentasen esa horrible sensación", afirmó y continuó: "Nunca abusé de nadie ni ofrecí ventajas laborales a cambio de favores de ninguna índole"
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"Casi todas las religiones coinciden en lo que se ha dado en llamar la Regla de Oro, que propone tratar a los demás como quisieras que te tratasen a vos, y no hacerle a los otros lo que no te gustarían que te hagan.
Además de diversas creencias religiosas, filósofos de distintas épocas y culturas han coincidido en los fundamentos y beneficios de esta proclama dorada.
Si bien su mera enunciación no es tan simple en su concreción, es de enorme ayuda a la hora de procurar nuestro bienestar espiritual y por ende el de las personas con las que nos relacionamos. Esta reciprocidad es fundamental para poder vivir unos y otros mucho mejor en nuestro universo donde estamos todos interconectados.
Afortunadamente a lo largo de mi carrera puedo contar por centenares a compañeros y compañeras de trabajo con las que a través de los años me relacioné y me sigo relacionando con afecto y camaradería. Pero hubo algunos casos donde esto no ha sucedido.
Es por eso que quisiera expresar mis más sinceras disculpas a aquellas personas que se sintieron acosadas laboralmente por mí.
Muchas veces en el afán por resultar gracioso, piola, seductor o simpático, producto de inseguridades e ingenuidades, actué mal, a la hora de proferir dichos desafortunados, altivos y carentes de cortesía.
Nunca me propuse acosar a nadie, lo que no implica que algunas personas experimentasen esa horrible sensación.
Nunca abusé de nadie ni ofrecí ventajas laborales a cambio de favores de ninguna índole. Creo fervientemente en el consenso mutuo para cualquier relación, pero también pienso que debí haber obrado con mejores modos, porque la ansiedad, la intensidad y la carencia de empatía arrasan con frecuencia al debido respeto.
El hecho de que no hubiese actuado con malvadas intenciones no implica que no haya podido hacer sentir mal a quienes fueron objeto de mis palabras.
Muchas veces consideramos a la ironía como un elemento de inteligencia, pero como cualquier ingrediente usado por demás arruina el manjar más delicioso. El sarcasmo excesivo nos aleja de quienes somos y exhibe nuestras inseguridades. Me permito este juego de palabras: el cinismo es una forma de evitar el sí mismo, se trata de una de las tantas máscaras que el ego elige para no mostrarse.
Estoy convencido de que deberíamos proponernos que las clases de moral tengan un alumno exclusivo, uno mismo. Actuar con buen corazón y mente clara, corrigiendo lo que tengamos que corregir y sin excusas, mantiene en paz a nuestra conciencia.
Todo este tiempo fuera de los medios me ha ayudado bastante, tal vez lo suficiente paraintentar superar la resistencia a aprender del error y para no dejarme tentar por resentimiento alguno, sentimiento que es comparable con la acción de llevar una brasa en nuestras manos que inevitablemente nos termina quemando.
Se requiere de suficiente valor y humildad para prescindir del orgullo y asumir nuestros errores, no deberíamos temer a mostrarnos vulnerables. La Doctora en Ciencias Sociales Brené Brown, en su magnifica exposición sobre “El poder de la vulnerabilidad”, nos enseña que estamos aquí para conectar con los demás y es eso lo que da sentido a nuestras vidas. Agrega que lo que nos avergüenza es el temor a quedar desconectados, a no ser lo suficientemente buenos, ricos, brillantes, lindos, etc.
Brown enfatiza la necesidad de dejarnos ver como somos de verdad, para poder conectarnos de la mejor manera. Esta investigadora compiló durante seis años miles de testimonios y concluyó que, si bien todos podemos sentir vergüenza y somos vulnerables, hay un grupo que tiene un sentido de dignidad, integrado por quienes se sienten dignos de lo que son y tienen un gran sentido de amor y pertenencia.
En definitiva se trata de individuos que consideran que ellos valen la pena.
Brené Brown describe a estas personas como genuinas, entusiastas y sinceras, poseedoras de el coraje de ser imperfectos con capacidad para sentir compasión hacia ellos mismos y a los demás… recuerden que si no somos amables con nosotros, no podemos serlos con los otros.
Una de las cuestiones sobre las que habla Brown es por demás elocuente: ella identifica a los genuinos como personas que han renunciado a lo que pensaban que debían ser para ser lo que realmente han sido siempre. Esta es una herramienta fundamental para poder conectar. De este modo no se percibe a la vulnerabilidad como dolorosa sino simplemente como necesaria, lo que nos predispone a hacer algo aún sin garantías de éxito.
En la vulnerabilidad está la raíz de la dicha, la creatividad y el amor. Brené entendió que no debía luchar contra la vulnerabilidad , aprendió que pedir ayuda, tomar la iniciativa y perder miedo al rechazo, nos ayuda enormemente, que vivimos en un mundo vulnerable y que no sirve insensibilizar lo malo, ya que al hacerlo nos perdemos lo bueno.
En nuestro propósito por evitar ser vulnerables, buscamos certezas. En lo incierto queremos silenciar al otro, con lo que la mera posibilidad de conversar se torna imposible. Queremos perfeccionar todo y, como bien sostiene Brown, nos engañamos pensando que lo que hacemos no causa impacto en otras personas.
En efecto, nos aconseja que empecemos a mostrarnos vulnerables, lo que le otorga otro significado al hecho de que estemos vivos y que nos consideremos suficientes.
Alguien me dijo alguna vez que felicidad es saber cuándo es suficiente.
Gracias por darme estos minutos de lectura para ayudarme a tener el coraje de mostrar algunas de mis tantas imperfecciones"