Corazón silencioso, para meditar

Hoy se estrena Corazón silencioso, la última hermosa película del director danés Bille August (el mismo que ganó el Oscar por Pelle, el conquistador). Llega con dos años de retraso, como suele ocurrir con el cine europeo, pero con su esplendor intacto.

La trama bucea (sin explicarlo) en la eutanasia y cómo toma esa perspectiva cada integrante de la familia. Compuesta por un matrimonio, sus hijas, yernos y nietos, se reúnen un fin de semana para celebrar la Navidad por anticipado, ya que la madre (una magistral Ghita Norby, a quien vimos en Jauja junto a Viggo Mortensen) sufre de una enfermedad degenerativa y, todavía conciente de sus limitaciones, ha decidido morir antes de sentirse inútil.

Su marido es médico y han discutido todas las opciones. Ya está decidido, tomará unas pastillas luego de que sus hijos dejen la casa. Se suma también la mejor amiga de la madre, quien parece tener un lazo especial con el padre. Durante ese fin de semana, los que estaban de acuerdo cambian de opinión y los que se oponían, la apoyan, a medida que se va acercando el desenlace. Así se genera un clima de inestabilidad y drama que el director va trazando mientras hace que sus personajes transiten una casa y un ambiente bucólico.

Es por eso que la fotografía de Dirk Brüel es fundamental para acompañar la trama y un conflicto que va in crescendo. El final, como se espera, es pacífico y triste, pero llega con el timming justo para aplaudir una vez más a August, genio inagotable que ya tiene en gatera tres películas más.

Mientras tanto, con ésta, te va a dejar pensando. No se puede pedir más.