jueves 25 de abril del 2024
CINE 11-06-2016 17:09

Luis Ortega: "Sebastián me cuestiona todo el tiempo"

El director, que estrena Lulú en cine, marca diferencias con su hermano productor. Asegura que puso en venta el Martín Fierro que ganó con Historia de un clan para conseguir prensa para su nueva película. Galería de fotosGalería de fotos

Por Juan Manuel Domínguez | Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL 

"Cómo llevás adelante tu vida se parece a cómo llevás tu película", dice Luis Ortega (35) en referencia a Lulú, su reciente y salvaje estreno en los cines. Pero podría hablar de su labor como director de Historia de un clan, pieza de orfebrería de la televisión de 2015 (que le valió un Martín Fierro como Mejor Director). O su impronta en El marginal, la serie que también lo tiene en el episodio piloto detrás de cámara junto con Underground, la compañía de Sebastián Ortega, su hermano.

Luis sabe de cine, sobre filmar. Pero el integrante del clan Ortega habla de una forma genuina, tajante, visceral: "Tuve la suerte y la desgracia de que la primera película que hice, Caja negra, funcionara. Cometí entonces errores que, si no hubiera empezado tan joven, quizás habría cometido en cortometrajes y no en largos. Pero me sirvió. Ahora estoy mejor parado". Ese lugar que hoy ocupa Ortega, con su estreno y sus proyectos, donde se destaca la producción para cine que hará junto a Underground sobre la vida de Robledo Puch, es definitivamente distinto.

—Tu trabajo siempre apela, antes que nada, a una honestidad, a una idea de pureza que retrata formas de vida marginales. ¿Por qué pensás que aparece eso en "Lulú" y en tu cine?

—Digamos que mi cine no tiene ningún artilugio en la forma en que cuenta, nada que lo vuelva un paquete cerrado, apto para el consumo y básicamente bastante definido. La sinceridad esa que comentás tiene que ver con la exposición de emociones. Eso hace que sea más difícil encajarlo en una película convencional. Al hablar de algo que tiene que ver con las emociones, no puede evitar ir al grano, digamos. Los truquitos quedan de lado, no tienen lugar. También hay que decir la verdad: Lulú es una película hecha con dos pesos y eso tiene sus pros y sus contras. Yo me encargué estos años de trabajar lo otro, que es la materia prima…

—¿Lo otro sería…?

—Los personajes, sus emociones, la solidez. Estoy seguro de que no recurro a ningún truco. Muchas veces la falta de recursos te quita una tranquilidad de la necesaria, la que necesitás para llevar las ideas hasta el final. Aunque sean cosas de estilo. En definitiva hoy estoy compitiendo con una industria donde el espectador tiene para elegir entre 250 copias de Vengadores o la película argentina del momento y seis copias de Lulú en seis cines desperdigados y con horarios salteados.

—¿Filmás a pesar de eso o contra eso?

—No, filmo a pesar de eso. Ahora que tengo lo que se necesita para hacer una película también necesito la estructura y los trucos narrativos. Ahora necesito dar un paso más adentro, y para ir más adentro necesito más contención afuera. Eso es una estructura. Cuando trabajo con Sebastián, con Underground, él me cuestiona todo el tiempo y me obliga a mejorarlo, a ser más comprensible, a profundizarlo. El caso de Historia de un clan requería eso. La televisión no te deja tiempo para determinados márgenes. Más clásico imposible. Si no, cambian de canal. Ese ejercicio me hizo darme cuenta de que tenía que aprender algunas cosas si quería producir en una escala más grande.

—Pero ahora con "Lulú", y después Robledo Puch, ¿te interesa que salgan con 200 copias? ¿O es otra cosa a la que apuntás?

—Sí me interesaría, el tema es que corrés con muchas desventajas. Seguramente haya más gente que prefiere ver a la China Suárez. Yo también. No es que la gente puede elegir de igual manera. Tenés el 1% de posibilidades. Si no mostrás intenciones de ser parte de la industria, te cierran la puerta en todos lados. Yo hasta ahora no demostré interés, recién ahora que quiero producir una película como la de Robledo Puch. Yo tampoco tenía qué darle a la industria.

—¿Por qué ahora sí lo tenés?

—Porque ahora sé exactamente lo que quiero contar. Antes tenía que ver más con lo que no quería. Ahora sé lo que quiero; eso aparece haciendo, equivocándote muchísimo. Es un proceso solitario y en el medio te vas quedando afuera de muchas cosas. Por suerte.

—¿Cosas como qué?

—Como los beneficios que tiene pertenecer.

—¿Sacrificaste muchas cosas?

—Todo lo que valía la pena sacrificar. Quizás la parte económica es la más notable. Después todo es ganancia, y me evité relacionarme con gente con la que nunca me quise relacionar. Ahora estoy dispuesto a relacionarme. No es tan grave. Pero cuando tenés 20 años y te estás formando es más radical. Sentís que te van a robar el alma.

—¿Cómo ves lo que pasó con "Historia de un clan"?

—Sé que no fue un caso de rating que explotó, pero salió en una pantalla muy vista. Fue la sociedad perfecta. La mezcla justa entre una cosa y otra. Sebastián sabe contar cosas mejor que yo. Yo aprendí de eso, y a la vez puse a disposición todo lo que tenía, que se potenció mucho cuando tenía banca. No era una changa. Eso que vengo trabajando hace muchos años a disposición de algo bien concreto se potencia. Me encontré mejor en este proyecto, que tenía una distancia, para poder ver, ver cómo trabajo.

—¿Qué creés que había ahí que fascinaba al público?

—A la gente le gusta un anclaje en la realidad. Si después los atrapás en un mundo de fantasía, corre por cuenta de un mérito posterior. Pero en principio a la gente le gustan los hechos reales. Gracias a eso después pudimos perdernos en un mundo donde el bien y el mal eran algo mucho más complejo, se parecían muchas veces y cambiaban de cara. Era una cosa más parecida a la realidad por su carga desbordante de emociones. En general, en las películas y en los programas de televisión eso pasa por un embudo y el lenguaje mismo lo termina convirtiendo en otra cosa.

—¿Por qué hablas de "un embudo"?

—Es raro después de ver las locuras que ves todos los días que veas las películas que están en cartel. Pertenecen al mundo "de las películas". Como una negación de la vida, de la muerte y de los vínculos y lo que sentimos todos hoy.

—¿Qué dirías que es lo que sentimos todos hoy?

—Es una locura. Las noticias diarias. La impresión de caminar por la calle. Eso lo sentimos todos, pero no es fácil meterlo en una película o en la televisión. Acá apareció un equipo, todos nos potenciamos mucho, y eso pudo suceder.

—¿Qué pasó con el Martín Fierro y la venta online del premio que ganaste a Mejor Dirección?

—Nos ayudó mucho a promocionar la película, así que estoy doblemente agradecido de haberlo ganado. Lo subastó el productor, pero más que nada lo hizo para promocionar la película, Lulú. En realidad lo hizo sólo para eso. Lo que pasa es que llamé a algún canal, a algún agente de prensa y no tuve buenas respuesta, o directamente ninguna, entonces la única manera de poner tu película en las salas y competir con otras que tienen millones de dólares puestos en promoción en difusión, y promoción, con el canal de televisión atrás, del diario, la pegatina, es hacer estas cosas. Es imposible competir con eso. Entonces hay que ingeniárselas. Lo hicimos de esa manera.

—Dijeron que le faltaste el respeto al premio.

—Lo hicimos a costo de que digan que soy un maleducado. A veces hay que hacer lo que hay que hacer. Te dicen maleducado, que no vas a la ceremonia. No todo el mundo se siente cómodo con una cámara enfrente durante dos horas a ver si ganás o no ganás un premio.

—¿Te importan los premios?

—Sí, a todos nos importan.

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