jueves 25 de abril del 2024
TEATRO 25-04-2015 22:34

Antonio Gasalla: “El humor no es burlarse, es desdramatizar”

El actor, que regresó con Más respeto que soy tu madre 2, asegura que el escenario es el lugar donde se siente más feliz. Señala que no siente que compita con Susana Giménez por la taquilla, aunque reconoce que le importa cuánto recauda.

Por Diego Grillo Trubba

Las puertas del teatro El Nacional se abren dejando entrar los bocinazos de la tarde que cae sobre Buenos Aires. Con los ruidos del mundo exterior, tan ajenos al teatro, ingresa otra figura atípica. Antonio Gasalla luce pantalón y camisa de vestir, y carga un maletín de metal como si fuera un empleado añoso –como esos jubilados que se dedican a hacer cadetería para ayudarse a llegar a fin de mes–, como si estuviera llegando a una oficina y no al teatro donde en un rato comenzará Más respeto que soy tu madre 2, su nuevo éxito.

Se acomoda en una de las butacas, pide que se lo tutee, y apenas se le pregunta si el suceso de la anterior obra lo amedrentó para encarar esta secuela dice, seguro: “Mirá, yo vivo la vida al día. Más que tener éxito o no, mi temor era que la gente diga “no me gustó”.

Mientras habla, Gasalla pasa las manos por el apoyabrazos de la butaca. Posee, más que la rudeza de un acto de nervios o un tic, la suavidad de una caricia. ¿Es el teatro el lugar donde él es más feliz? “Sí, sí. Es un lugar de plenitud, totalmente. Cuando fui a Grecia visité los primeros anfiteatros, y estar en ese escenario, sentir toda esa historia, percibir que eso sigue perdurando, de pie, y que ahí habían hecho Edipo rey... Para mí, el hecho de que venga gente que pague una entrada por algo que no sabe bien qué va a ver es un acto de confianza”.

Confianza es la que muestra el actor que, en cada función y luego de haber atravesado dos operaciones en las rodillas, se calza zapatos con plataformas y salta sobre el escenario. “Es un poco arriesgado, sí”, reconoce con una sonrisa traviesa. “Pero bueno, el teatro no se detiene. Me parece que habrá un día en que la naturaleza me dirá ‘bueno, ya está, no hagas más esas cosas’”, se ríe. “El tema de la edad yo no lo siento. No siento la edad cronológica. Tengo 74 años, y ya me di cuenta de que hay décadas en las que la decadencia de uno empieza a hacerse evidente. No sólo por la salud, sino por el deterioro. El teatro no tiene edad. El teatro en sí es vital”.

Cuando se le menciona que Más respeto... tiene una mirada ácida sobre la familia y sus disfuncionalidades, Gasalla suspira. “Mirá”, dice, “yo ya llegué a una edad en la que la familia se me desarmó un poco. Se te mueren los padres, se te mueren los abuelos... Tengo un hermano y veo a sus hijos. Con mi hermano tenemos una relación increíble, y eso que somos muy distintos y nunca nos sentamos a hablar cómo llevarla adelante. Ya desde chicos. El era mi hermano mayor, y obviamente no quería que le tocara su cuaderno, ni que le usara la corbata. Yo fui niño en la época en que los domingos se juntaba toda la familia, y en esa época una familia eran cuarenta personas, con las tías, los primos, los de acá, los de allá... Hay cosas que han cambiado. La familia de antes era otra cosa, pero también había valores morales distintos, había más prejuicios”.

Sin embargo, la mirada se le ilumina al hablar de una de sus sobrinas nietas. “Un sobrino mío tiene una chiquita de tres años que es impresionante. Es impresionante cómo maneja las situaciones. Tiene independencia. La madre la viste y si no le gusta la ropa ella se queda sentada en un rincón sin hablarle a nadie durante horas. Y no te dice por qué está enojada”.

Una vida basada en actuar comedia y sátira obliga a preguntarle cuáles son las cosas que hacen reír a Antonio Gasalla. “Me cuesta mucho reírme con humoristas. Hay algunos que me hicieron reír siempre. No quiero nombrar a Chaplin porque es obvio. Monty Python me encanta. Tengo grabadas tantas cosas de ellos... Me encantan. Los vi hace poco en una entrevista. Los vi...”. Se detiene, piensa, como si eligiera las palabras. “Los vi muy graciosos, y también los vi viviendo su vejez con mucho humor. El secreto del humor no es burlarse de los demás, es desdramatizar las situaciones inevitables como la vejez. Y la verdad es que nadie habla, nadie quiere hablar de los viejos. Los viejos son muy libres. Si te dicen ‘no’, es no. Yo me acuerdo de que viví solo muchos años, después mi mamá se enfermó y me la llevé a vivir conmigo. Un atrevimiento grande, digamos. Empecé a divertirme con mi mamá. No me había divertido nunca con ella. La redescubrí en su vejez.”

Si puede reírse con la vejez –ya que no “de” la vejez, porque desprecia la burla como forma de humor–, ¿hay límites para el humor? “Mirá, el humor necesita un tiempo de digestión. Para cosas horribles, hay que tener sentido común. Hay tragedias, dolores públicos. Ahí no va el humor. Por ahí pasan cincuenta años y uno puede reírse de la historia argentina. Hay un lugar donde pueden unirse la tragedia y la comedia, es verdad, pero en la realidad eso no es así. No podés reírte de Hiroshima. Tenés que ser cínico para reírte de la bomba atómica o de las tragedias. Eso no es humor. El humor tiene que ver con la inteligencia. Si podés establecer una distancia de los hechos y reírte es porque sos inteligente, no porque sos cínico. Después están también esos simpáticos de mierda que se ríen de cualquier cosa, eso no es inteligencia. Esos sí se pueden reír de una muerte. Yo hago humor, pero tengo muchos años tratando con quienes no hacen humor, y aprendí que hay cosas que no causan gracia. Y no es que esa gente esté equivocada. Uno tiene un timing que aprende para saber hasta dónde tirar de la piola. Uno se mide”.

Dado que puede reírse de la historia nacional, ¿cómo ve el país? “Nosotros pasamos por épocas oscurísimas, y pareciera que eso es cíclico, que vuelve. Qué se yo ya la cantidad de muertes que hubo en este país, y seguimos... Y los militares. Y Perón que era militar y no se dice. Yo leía La razón de mi vida en la escuela primaria. Yo vi cómo perseguían a Niní Marshall y a Libertad Lamarque. Persecuciones políticas a actores hubo siempre. Lo que vos ves acá es que no sólo no se soluciona sino que se repite. Es siempre lo mismo. Hay una cabeza de argentino que habría que analizarla un poco más, hasta dónde esto lo generamos nosotros. No puede ser la conclusión que hay un grupo de gente mala que llega al poder y después nadie tiene que ver. Venimos de décadas de gente elegida por el voto. Es muy difícil entenderlo. Y mirá que amo la Argentina, eh. Tengo la suerte por mi profesión de recorrer todo el país y hablar con todas las clases sociales. Y así como te digo que no entiendo cómo eligen lo que eligen, también te digo que el argentino es ingenioso. Este país hizo muchísimas cosas. Yo viví un país que era esplendoroso. Y que ya va a volver.

Y se va, rumbo a su camarín, con paso presuroso, con pantalón y camisa de vestir como de abuelo, y ese maletín que pareciera usar para recordarse que el teatro es, para él, un trabajo, aunque probablemente le resulte imposible soslayar que allí también está la coronación de su vida.

(*) Este artículo fue publicado en la edición 985 de Diario Perfil.

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