Rubén Orlando pasó de ser uno de los estilistas más reconocidos del país a vender manzanas.
Lejos del glamour del Jet Set el coiffeur terminó en bancarrota y hoy da clases de peluquería en la Villa 31, su nuevo hogar.
Así lo muestra este informe de América, en una historia cruda, que muestra cómo se puede pasar del éxito al fracaso casi sin escalas.
neofama.com
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